El Real Madrid se tomó el aperitivo de Champions con una victoria cómoda, plácida y solvente ante un Espanyol amable. Se adelantaron los pericos en el Bernabéu con un golazo de Joselu, pero el equipo de Ancelotti remontó antes del descanso con tantos de Vinicius y Militao. En las postrimerías del duelo Asensio hizo el 3-1 definitivo que abrochó un triunfo cómodo para el Madrid, que tenía la cabeza, las piernas y el corazón en el partido del próximo miércoles ante el Liverpool. Porque este Madrid está hecho para la Champions.
Hay vida después de Negreira. Y puede que si no es una vida mejor, al menos sea menos turbia. Después de los despachos empezaba el fútbol. Era la hora del aperitivo cuando el Real Madrid anunció el once de Ancelotti. A pesar de que la Liga es ciencia ficción, el técnico blanco no se andaba con rotaciones. Jugaban todos los que estarán ante el Liverpool el miércoles con dos salvedades: Rüdiger, que descansaba, y Benzema, que lleva tiempo tachando los partidos de andar por casa previos a la Champions.
Ni rastro de Ceballos ni Asensio, los fijos discontinuos de Carletto. Empleados del mes en enero y al ERTE de la suplencia los dos meses siguientes. Estaban, por no marearles mucho, Courtois; Carvajal, Militao, Nacho, Camavinga; Tchouaméni, Kroos, Modric; Valverde, Vinicius y Rodrygo. Conclusión: Camavinga otra vez lateral zurdo, Valverde arriba y Rodrygo a ponerse el traje de Karim.
Enfrente un Espanyol metido en esa docena de equipos que pugnan por no descender. Justo los que más se le atragantan al Madrid. El Bernabéu presentaba un aspecto imponente con una grada de uñas contra la Federación por el caso Negreira, un caso que el madridismo llevaba sufriendo en silencio, cual hemorroides, dos décadas… o más.
El Real Madrid no salió al césped del Bernabéu. Se quedó tomando el aperitivo en el José Luis de la calle Rafael Salgado, así que el Espanyol le asestó un picotazo. Un balón largo a la carrera Rubén Sánchez pilló a Camavinga desubicado y dormido como Tamames en la moción de VOX. El francés se la comió en un error grosero y obsceno, que habilitó al extremo espanyolista. La puso al área, con Nacho y Militao buscando setas, y allí apareció Joselu para demostrar aquello de que no hay peor cuña que la de la misma madera. Golazo a la escuadra y el Espanyol por delante.
Vinicius espabila al Madrid
El primer cuarto de hora del equipo de Ancelotti fue infame. Trece pérdidas de balón y una ocasión extra para el Espanyol, que malogró Cabrera en un cabezazo que desbarató como pudo Courtois. El Real Madrid había salido a verlas venir. Menos mal que siempre nos quedará Vinicius. El brasileño, aburrido de aburrirse, reclamó una pelota en la banda izquierda, se deshizo de su par, reculó al unísono la zaga del Espanyol, trazó la diagonal y la puso en la esquina del palo izquierdo de Pacheco. Empataba el Madrid, que encontraba el gol antes que el fútbol.
El tanto de Vinicius espabiló al Madrid y animó al siempre perezoso y expectante público del Bernabéu. Rodrygo también se unió a la fiesta pero los de Ancelotti echaban en falta a Benzema, la piedra angular del ataque blanco. El árbitro Figueroa Vázquez quiso su dosis de protagonismo al mostrar un amarilla inmerecida a Vinicius por un agarroncito del que se habría zafado un jubilado en chándal.
Al Espanyol se e empezó a hacer bola el partido. Se encerró tanto que invitó al Madrid a atacar. Y lo acabaron pagando los periquitos. Fue a la salida de un córner en corto como llegó el segundo. La acción devino en una jugada elaborada que acabó en el exterior del pie derecho de Tchouaméni. El francés la puso con precisión al área y allí emergió Militao para cabecear con violencia y batir a Pacheco.
Con el gol del brasileño casi abrochamos un primer tiempo sosete en el que el Real Madrid ensayó una remontada exprés ante un Espanyol que lo puso demasiado fácil. Regresamos del descanso con el mismo ritmo cansino y el mismo fútbol aburrido. El Espanyol tenía el plan de llegar vivo al último cuarto de hora de partido y para eso debía dormir el juego. También sesteaba el Bernabéu, otra vez aburrido.
Un tostón
Óscar Gil vio una amarilla por placar a Vinicius sin rubor y sin el balón en juego. La mejor noticia es que ya nos habíamos fumado una hora de un partido para olvidar. El Real Madrid era Vini y nadie más y el Espanyol era solo nadie más. De fútbol era mejor no hablar porque no habría mucho que decir. Ancelotti aguantó demasiado los cambios. Por fin agitó su banquillo en el 70: Asensio por el amonestado Modric, que jugó con el tacómetro y se dosificó para la Champions. El Bernabéu le ovacionó más por su pasado que por su presente y porque sabe lo incierto de su futuro.
El Real Madrid trotaba sin romper a sudar, como Federer en sus mejores tiempos, pero no tenía el partido cerrado. Ancelotti metió otros dos cambios de golpe: Ceballos por Kroos y Rüdiger por Tchouaméni. Era el 74, el mismo minuto en el que Rodrygo estrelló contra el travesaño una falta directa que habría firmado la sentencia del Espanyol.
La mejor noticia era la cercanía del final del partido, que ya sólo le quedaban diez minutos (más el alargue) para acabar. Diego Martínez apuró cambios en un intento desesperado por empatar. La tuvo Cabrera en un cabezazo a bocajarro a la salida de una falta. Se marchó alto. Respiró Ancelotti. Tonteaba el Madrid, pasota en defensa y distendido en ataque. El reloj era su mejor amigo y el equipo blanco pedía la hora. A gritos. También la tuvo Braithwaite con un cabezazo defectuoso.
Menos mal para el Real Madrid que el Espanyol no atinó en su simulacro de arreón final. No perdonó Asensio en una de las últimas jugadas del partido que comandó Nacho con una jugada que habría firmado el mismísimo Messi. Marco anotó y el Madrid abrochó el 3-1 en una victoria (muy poco) trabajada, que tampoco está mal porque cuando uno tiene la cabeza en otra cosa lo normal es que te la pegues. Y el Madrid lo evitó.